El psicólogo, las leyes y el club del desengaño
El psicólogo, las leyes y el club del desengaño
Jaime A. Reyes
El club del desengaño de madrugada está súper poblado
Prefiero la guerra contigo al infierno sin ti
J.S.
El cruce y la creciente demanda
de psicólogos para incursionar en otros campos profesionales es un hecho cada
vez más frecuente, se solicitan psicólogos para trabajar en juzgados con
abogados, en planteles educativos con maestros, en la empresa con supervisores y
hasta para trabajar con perros y caballos junto a terapistas físicos.
Personalmente el último año de ejercicio profesional lo he desempeñado precisamente
en apoyo a tribunales de justicia familiar, es esta solicitud lo que me interesa desdoblar. La participación
del psicólogo consistía en audiencias de divorcio voluntario (común acuerdo) o
necesario (no hay acuerdo), se invitaba al psicólogo a dar su punto de vista y
a contestar dudas de los tribunales, después con los conyugues separados se
referían a grupos de psicoterapia de frecuencia semanal durante dos meses. Por un lado el planteamiento sería: ¿Qué se
espera de él psicólogo? ¿Para qué se le solicita? y ¿en qué consiste lo que
realmente puede aportar? Y el segundo planteamiento sería el trabajo de duelo,
es decir en esas condiciones legales y muchas veces judiciales, ¿Cómo poder
crear un espacio de beneficio al trabajo de duelo? ¿Cómo pensar
psicológicamente la separación y no pensarla legal ni judicialmente, ni tampoco
moralmente? Y por último, poder ubicar como se juegan los movimientos
transferenciales y contratransferenciales tanto en los profesionistas
encargados del caso como en los amantes que se separan, el papel de los afectos
tanto en unos como en otros no está ausente y es importante señalarlo para
poder hacer un trabajo serio. El hecho de estar cada vez más presente en varios
espacios va haciendo que el psicólogo pierda especificidad en su identidad o en
su materia. Pasar por alto estas preguntas, ignorarlas u obviarlas ocasiona que
el psicólogo se vuelve un trabajador en todo menos en psicología.
Por ejemplo es bien sabida la
idea que muchos abogados (y no nada más ellos) tienen del psicólogo, alguien
que puede “sacarle sopa” a las personas y en esos casos el psicólogo es
consultado por ejemplo para saber si determinada persona consume drogas (¿no
sería más lógico un anti doping?) o para saber quién miente y quien dice la
verdad (como si no supiéramos –supongo- que las mentiras de uno son las
verdades de otro) o cuando hay menores involucrados el psicólogo se ocupará de
“indagar” (ahora el psicólogo como detective) si efectivamente existen
agresiones o abuso sexual empalmando su función con la de un peritaje médico,
también empalmando su rol.
Pero detengámonos en las
audiencias de divorcio para también ir ubicando que pasa respecto al duelo y al
empalme de lugares, imaginemos lo siguiente: una pareja en audiencia, en
proceso de separación que se dedica a calumniarse y destruirse entre ellos, en
una escenario que pasó de convertirse de un espacio de mediación a un auténtico
ring y en el que esta pareja solicita testigos que observen su contienda,
clamando por un juez o referí que de su veredicto proclamando un ganador y un
perdedor “yo estoy bien y el otro está
mal, mire déjeme le enseño los mensajes de whats app y el Facebook mis pruebas
inequívocas” o al revés que para el caso es lo mismo. Es decir solo puedo
posicionarme frente al duelo viviéndome ganador o perdedor, es aquí donde
intercalo un comentario que anticipa el desarrollo de este ensayo. ¿Qué no es
la incapacidad de asumir una posición depresiva la que insistentemente se
repite a lo largo del trabajo de duelo? ¿No es la incapacidad de integrar al
ser lo perdido y lo ganado lo que nos
ocupa en la elaboración del duelo? Es decir, para que me hago víctima o
victimario, si gané y perdí.
Pero continuemos la narración de
la audiencia para situar algunos elementos del trabajo del psicólogo en el
duelo y su cruce con otras profesiones, este proceso que se desarrolla en la
audiencia y del que no se tiene conciencia ni la pareja ni los profesionistas,
se expresa por ejemplo en reacciones contratransferenciales en reacciones de
enojo por parte de los encargados del caso o en juicios morales de los que no
tienen derecho a hacer y que además no ayudan en nada para esclarecer la situación,
por ejemplo muchas veces esta pareja que son al mismo tiempo padres de familia
frente a sus dificultades matrimoniales y de crianza las viven como un fracaso
y con la convicción de merecer un castigo por ser “malos padres” “que ejemplo estoy dando a mis hijos”,
castigo que efectivamente encuentran en los profesionales cuando realizan esta
clase de juicios “¿qué clase de madre es usted? ¿Qué no sabe que una madre de
verdad es aquella abnegada y sacrificada? ¿Y su instinto maternal dónde está?”
(por cierto ¿alguien ha escuchado alguna vez sobre el instinto paterno? yo no),
de ese modo los profesionales hablando psicoterapéuticamente satisfacen la
demanda de castigo, reaccionan contratransferencialmente con un sadismo que
tiene que ver intrapsiquicamente entre la instancia del yo y el ideal del yo,
el papel que juega el superyó y la culpa en las afecciones
"depresivas" es importante, el sadismo de la conciencia moral hacia
el yo lo vemos en este ejemplo, Freud escribía en el tercer epígrafe del yo y el ello "la
tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo es
sentida como sentimientos de culpa". Ya decía una maestra supervisora
de la facultad en la que estudié: este trabajo es de mucha abstinencia. Freud
se cansó de repetir la importancia de la neutralidad y que la demanda que un
paciente realiza a su psicoanalista debe de analizarse, no satisfacerse. En este ejemplo que narro las
reacciones que experimenta el profesional pueden ir del enojo a la indignación
o la incredulidad y desaprobación, recuerdo el caso de una abogada a quien se
le dificultaba creerle a un adolescente su deseo de vivir con su padre y salir
de casa de su madre, era como si ella considerara que el adolescente estaba
influenciado por su padre, que él no podía haber llegado a esa decisión o que
algo malo ocurría con él, esto puede llegar al extremo de darle a entender al adolescente ¿serás capaz de dejar a tu madre?
Siguiendo con la audiencia, ambos
yoes alegan como muestra de su inocencia y como muestra de la culpabilidad del
otro, que tienen la razón por que su hija esta “dañada psicológicamente” (ojo
esta es una expresión que también muchos profesionales utilizan y que personalmente
considero es inservible) en ese contexto el psicólogo es llamado a que “evalué”
al menor y dictamine cuál de los dos padres es “apto” para la crianza y por
ende cuál de los dos padre está mintiendo o “influenciando al menor”,
tristemente la mayoría de las veces los psicólogos aceptan estas preguntas y
las contestan como propias de su disciplina, los hombres y mujeres de leyes atorados ante
las dificultades de su oficio recurren al psicólogo buscando respuestas para
deliberar responsabilidades y derechos, se forma así un circulo vicioso,
evidentemente esta es una pregunta necesaria de contestar (la de los derechos y
obligaciones) pero no puede ser abordada por el psicólogo, en el mejor de los
casos el psicólogo como conocedor de los estados afectivos y los mecanismos
psicológicos debería poder ayudar a la elaboración del duelo, no a determinar
que es verdad y que es mentira, hacer eso es actuar como un juez, son muchos
psicólogos los que creen que esa debería ser la función nuestra, y van aún más
allá, sueñan con convertirse en una especie de oráculos que penetran en el alma
de la gente para saber que desean y que temen y utilizarlo en beneficio de su
control, de ahí a sentirse un mago o un brujo no hay mucha diferencia. Tampoco
el psicólogo debería apoyar la función
de determinar los derechos y obligaciones a los que un padre debería responder,
aquí coloquialmente se dice: se cruzaron los cables entre las leyes y la
psicología.
Deseo dejar en claro este punto, las
diferencias entre el sujeto jurídico con el que trabajan los abogados y el
sujeto psicológico con el que trabaja el psicólogo, esto requiere de un trabajo
epistémico, esta materia la de epistemología curiosamente estuvo ausente en mi
formación como psicólogo, me alegro cuando la veo incluida en otros programas
de estudio. La diferencia entre estas dos formas de concebir el objeto de cada
disciplina puede expresarse también en la siguiente formula: para el abogado el
sujeto es un ente con libertad de elección, para el psicólogo no, o por lo menos
para mí que me identifico con la línea psicoanalítica, el sujeto es
inconsciente y está SUJETO a mecanismos que sobrepasan su voluntad, fuerzas y
motivaciones de las que no conoce su existencia, sabe pero no sabe que sabe. Dicho de otro modo: No sabe lo que dice. Los yoes hacen elecciones
que creen imaginariamente haber hecho a voluntad y en libertad. Aquí se expresa
la principal diferencia entre ambas disciplinas, ruego esto no pase desapercibido
ni para el abogado ni para el psicólogo, para que de ese modo se pueda pensar
en una posible interdisciplina sin empalmes ni atropellos, pero en la realidad
lo que pasa entre los profesionistas es que generalmente uno le dice al otro “oiga su reporte no me dice nada”.
Es en esa circunstancia que los
pacientes llegan a los espacios psicoterapéuticos con abierta desconfianza y
hostilidad totalmente comprensible, ya sea porque no se respetó la
confidencialidad de los menores y de ellos o por que los profesionales se
contraidentificaron con los conflictos de la pareja y confirmaron y satisficieron
los sentimientos de culpa de estos, aunque siendo justos no necesariamente la
desconfianza y hostilidad tiene que ver con los errores de los licenciados, ahí
también hay que ser cuidadosos. Curiosamente recuerdo un grupo psicoterapéutico
que bajo este contexto no podía aún salir del juzgado es decir, las sesiones
giraban en torno a retornar compulsivamente al momento de la audiencia, a lo
que les dijo o no les dijo su ex pareja, los abogados y los jueces, el seguir
fijado a esa experiencia evitaba precisamente emprender la elaboración de la
perdida, el grupo clamaba justicia, “exigimos
nos revindiquen el porcentaje de la pensión, ¿hay algún modo de sancionar a él/ella?
¿Qué pasa si no cumple el convenio? ¿Se le puede quitar la patria potestad o
mínimo limitársela? ¿Puede usted castigarlo/a?” Pegan a un amante, ¡sí, que
le peguen!
La pregunta es: ¿Qué puede hacer
el psicólogo con los resentimientos y el odio? ¿Sancionarlos? ¿Decirles que es
incorrecto lo que sienten? De entrada a mi parecer lo que si puede hacer el psi
es proteger y construir un espacio psicoterapéutico de a deveras, sostener un
encuadre que incluya: confidencialidad y neutralidad. Aquí la señora Klein también
nos puede ubicar bastante, ya nos decía sabiamente que el pecho bueno y el
pecho malo es el mismo, es bueno cuando me gratifica, es malo cuando se va. La separación implicará una desidentificación
mortífera y agresiva, pero no necesariamente una caída del Ideal, que habrá que
rescatar para que el yo pueda vivirse como sujeto histórico, producto de una
experiencia.
Insisto, es la integración de los
aspectos buenos y malos, también Freud (si, otra vez él) en 1915 cuando
escribió Duelo y Melancolía comento la relación entre las tendencias sádicas y
el trabajo de duelo
"El tormento indudablemente placentero que el melancólico se
inflige a si mismo significa, análogamente a los fenómenos correlativos de la
neurosis obsesiva, la satisfacción de tendencias sádicas y de odio, orientadas
hacia un objeto pero retrotraídas al yo del propio sujeto en la forma como
hemos venido tratando"
Ya para terminar, escribo esto
con la esperanza que sirva este ensayo a todos los que diariamente trabajan con
historias de amor, educadores, abogados, psicólogos, taxistas, tarotistas,
estudiantes, sacerdotes y un largo etcétera (tantos psicólogos sin cedula escribía
un gran maestro). Y me gustaría finalizar citando a Julia Kristeva “ser psicoanalista es saber que todas las
historias terminan hablando de amor […] Estar psíquicamente en vida significa
estar enamorado, en análisis o presa de la literatura”
Bibliografía
·
Freud, S (1915) Duelo y melancolía Obras completas Tomo XIV, Amorrortu
·
Freud, S (1923) El yo y el ello Obras completas Tomo XIX, Amorrortu
·
Kristeva, J (1987) Historias de amor, México Siglo XXI
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